martes, 22 de enero de 2008

Olga Correa, Argentina Rodríguez, Anamari Gomís, Andrés Acosta

Andrés Acosta

Templo de las Siete Muñecas

Cenote de Dzibilchaltun con sus piedras verdes en el fondo



Deprimidos en Mérida

Cuánto se sufre al ir a presentar un libro a la Ciudad Blanca, con su cocina exquisita, su paseo Montejo, su música, las zonas arqueológicas y cenotes aledaños. Pero había que sacrificarse porque el libro "Los demonios de la depresión" (Turner, 2008) de Anamari Gomís, valía la pena: una especie de testimonio-autobiografía-novela-libro de divulgación científica sobre esta terrible enfermedad, la enfermedad contemporánea: la depresión. Libro bien escrito, ameno, documentado y, sobre todo, dotado de buen humor.
Desde que Roger Metri llamó para hacer la invitación (junto a Argentina Rodríguez y Olga Correa), una tarde fría y nubosa (en el DF), me entristeció la idea de abandonar unos días esta ciudad tan limpia y ordenada en la que vivo y tener que ir a la soleada Mérida a hartarme de mariscos, panuchos, cochinita pibil, relleno negro (lo odio tanto que no puedo dejar de comerlo cada vez que voy) y por supuesto la infaltable sopa de lima.
El marco de la presentación fue el Festival de Mérida (organizado magníficamente por el ayuntamiento), lleno de música cubana, teatro, gastronomía y demás expresiones culturales tan variadas. Por allí andaban Agustín Monsreal y Laura, Beatriz Espejo y Emmanuel Carballo, Hernán Lara Zavala, Sara Poot, Jorge Lara, Víctor Hugo Rascón Banda y demás escritores.
En fin, todavía tuvimos que ir la playa de Progreso y al imponente Dzibilchaltun. Lo que uno hace por presentar libros.


martes, 8 de enero de 2008

El camino del tiempo

Ada me cuenta que Peg Hawthorne era una gran dama de Nueva Inglaterra. Sí, de la línea directa de Nathaniel, claro. Mañana me mostraría todo lo que salió en los diarios del caso Peg Hawthorne. Hasta hoy no habían descubierto al violador asesino. Guardó los recortes porque estuvo haciendo un estudio del cuadro minimalista criminal, sí, porque también habría crímenes en las Sociedades Minimales, evidente que en el mamífero el gusto por la sangre es inexplicable -la cuestión era que en la Sociedad Minimal el crimen sería minimizado-. Me parece lógico, respondí.
Pero Ada se entusiasmó con el caso Peg Hawthorne. Para ver cómo es el camino del tiempo, dijo. En 1829, una joven llamada Sofía, caminando por el parque, exclamó que allí era el Edén en miniatura. Esto está escrito, yo lo vi. ¿Y sabes quién era esa joven? ¿No? Pues era la futura mujer de Nathaniel. Y ahora Peg Hawthorne muere así. ¿Qué te parece?, me preguntó Ada.

Bandoleros
/ Joao Gilberto Noll (por recomendación de Daniel Sada)